viernes, 14 de marzo de 2008

DISCURSO DEL SEÑOR CANCILLER D. JORGE ENRIQUE TAINA

martes 4 de septiembre de 2007
Intervención de Señor Canciller en ocasión de la ceremonia de condecoración del Pastor Heinz f. Dressel


07 AGO 2007 Palacio San Martín

Es para mi un verdadero honor y privilegio presidir este acto de condecoración del Pastor Heinz Dressel y compartir la ceremonia con el Señor Embajador de un país hermano, la República de Chile.

La presencia de representantes latinoamericanos en esta ceremonia no es una circunstancia casual. La historia reciente del Cono Sur de nuestra América estuvo lamentablemente signada por una coordinación represiva conocida como el Plan Cóndor.
L
a ceremonia de hoy es un signo de que nuestras sociedades no están fatalmente destinadas a que la historia se repita, sino que podemos revertir procesos y construir democracias sólidas con respeto de los derechos humanos. Hoy vemos que el Plan Cóndor ha sido reemplazado por una coordinación positiva de nuestros países en la búsqueda de la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Memoria. El empeño por sostener los cuatro pilares de la lucha contra la impunidad, la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Memoria, está íntimamente ligado al presente y al futuro.

La nueva y firme conciencia de la importancia y respeto por los Derechos Humanos atraviesa todos los sectores sociales y, basándose en nuestra historia, se traduce hoy en una agenda que contempla, por ejemplo y entre tantos otros temas, la lucha contra la discriminación, la protección de los grupos más vulnerables y la vigencia de los derechos económicos, sociales y culturales.

Querido Pastor: el cuadro masivo de violaciones de derechos humanos que vivió mi país tuvo como protagonistas principalmente tres clases de personas: las víctimas y sus allegados, los perpetadores y los indiferentes. Estas categoría se repiten en todo cuadro masivo y sistemático de violaciones de derechos humanos. En ese contexto, la solidaridad del exterior era escasa y espasmódica. Luchábamos contra la incompresión, el desconocimiento y la justificación de un mundo bipolar dispuesto a sacrificar las libertades fundamentales y, en muchos casos, contra el desinterés o complicidad de importantes actores internacionales. Cuántas vidas más se habrían salvado por alguna presión a tiempo de una personalidad, un gobernante o, simplemente, alguna llamada telefónica.

En ese contexto, surgieron personas e instituciones solidarias que comprendieron la magnitud de la represión y tomaron, con riesgos, la decisión de ayudar a los argentinos. Por eso, como dije en el comienzo, es un honor y privilegio estar hoy aquí con usted, para distinguirlo y reconocer su labor. Usted salvó vidas, entre otras nacionalidades, de argentinos, chilenos y brasileños. Se ocupó de nuestras víctimas y de sus familiares, ayudó a salir a tanta gente y cooperó de modo decisivo para que nuestros perseguidos y exiliados políticos pudieran reahacer su vida en otros países. Ofreció un lugar que, aunque lejano, dio refugio y comprensión en momentos aciagos y sé muy bien que siempre lo hizo con humildad y sin buscar notoriedad, que es el modo con el que se expresa la más auténtica de las solidaridades.

La Argentina ha recorrido un largo camino en los últimos años para resolver su pasado y poder enfrentar los desafíos del futuro. La lucha contra la impunidad es un signo de la sociedad y del gobierno de la Argentina hoy. Con mucho esfuerzo, y especialmente gracias al trabajo incansable del movimiento de derechos humanos de la Argentina, hoy podemos decir con orgullo que la democracia argentina, sus instituciones y una decidida voluntad política removieron todas y cada una de las causas que impedían la investigación y sanción de los responsables de crímenes de lesa humanidad.

Los tres poderes del Estado en la Argentina, representando a una sociedad madura que luego de más de veinte años ha decidido consolidar definitivamente su democracia, hemos asumido esta decisión, consciente de que resolver nuestro pasado y el imperio de la justicia era y es un prerrequisito para poder seguir adelante. Los pueblos que en su historia no lograron hacerlo, asumen el riesgo de vivir con la memoria y las consecuencias de la impunidad.

Querido Pastor Dressel, usted nos distinguió con su ayuda como bien recuerdan los miembros del Colectivo de Exiliados, y lo hizo desde el mundo religioso, lo que resalta aún más, tratándose de mi país, lo extraordinario de su gesto. Ello me hace recordar, también, a tantos sacerdotes y seminaristas que, en soledad, dieron el ejemplo y testimonio a través de su obra y desde la espiritualidad. Y varios de ellos perdieron su vida.

Por ello, es una prioridad en mi gestión distinguir y resaltar actuaciones valiosas como las suyas y mostrarlas como ejemplo para futuras generaciones, como una contribución que demuestra que es posible, aún en las circunstancias más difíciles, no ser un simple espectador del horror y encontrar la grandeza del espíritu para identificar cuál es nuestro deber ante el sufrimiento del prójimo.
Estimado Pastor: Muchas Gracias por su solidaridad, su humanismo, su generosidad y su contundente apoyo al pueblo argentino, y es un honor, en nombre del gobierno de mi país, otorgarle la Orden de Mayo al Mérito en el grado de Comendador.”

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